5/15/2007

LAS IDENTIDADES EN "JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGÍAS, DE VÍCTOR VILLEGAS-Investigación de Tesis para el Doctorado en Filosofía de JULIO CUEVAS

TRAPICHE


UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO (UPV/EHU)-Universidad Autónoma de
Santo Domingo -UASD-

Programa de Doctorado:“Filosofía en un mundo Global”
BIENIO 2005-2007

PRUEBA DE SUFICIENCIA INVESTIGADORA


Título: LA BÚSQUEDA DE LAS IDENTIDADES EN “JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGÍAS”, DE VÍCTOR VILLEGAS.

Doctorando: Julio E. Cuevas

Director: Dr. Xavier Puig

Santo Domingo, República Dominicana

Junio, 2007


INDICE

TEMAS: PAGINAS:

- Introducción ---------------------------------------------------------------------------------2

- Objetivos-------------------------------------------------------------------------------------4

- Objetivos Generales---------------------------------------------------------------------- 4

- Objetivos Específicos---------------------------------------------------------------------4

- Antecedentes------------------------------------------------------------------------------- 5
- Justificación e Importancia del Tema-------------------------------------------------8

- Delimitación del Objeto de Estudio----------------------------------------------------10

- Marco Teórico y Conceptual------------------------------------------------------------11

- Marco Metodológico----------------------------------------------------------------------13

- Hipótesis de Trabajo----------------------------------------------------------------------14

- Desglose Temático------------------------------------------------------------------------14

- Capítulo 1.- ¨ Juan Criollo y otras Antielegías¨ y sus Identidades, a Partir
de la Evocación de los Mitos Poetizados.-------------------------------------------15

- Objetivo Específico: Demostrar de qué forma y manera las identidades,
en esta obra, se manifiestan desde los mitos evocados y cómo los enigmas
están presentes en este texto poético.----------------------------------------------------15
- 1.1- Enigmas en una Poética que se Identifica.-----------------------------------30
- Capítulo 2.- Lo Dialógico en el Discurso Identitario y Poético de
“Juan Criollo y otras Antielegías”.-----------------------------------------------------36
- Objetivo Específico : Estudiar el funcionamiento del diálogo dentro
del texto poético.---------------------------------------------------------------------------36
- Capítulo 3.- Predominio del Ritmo en el Texto.------------------------------------40
- Objetivo Específico: Estudiar el manejo de la ritmicidad (musicalidad)
en la obra.------------------------------------------------------------------------------------40
- Capítulo 4.- La Búsqueda de las Identidades en
“Antielegía de Juan Criollo” -------------------------------------------------------------43
- Objetivo Específico: Analizar de qué manera son tratadas nuestras
Identidades en la obra.------------------------------------------------------------------43

- Conclusión ---------------------------------------------------------------------------------54
- Bibliografía----------------------------------------------------------------------------------56
Trabajo de Suficiencia Investigadora
Introducción
Contextualización del Tema
La investigación que me prepongo realizar, responde a una de las exigencias finales del Doctorado en Filosofía en Tiempos de Globalización , que se desarrolla en la Universidad Autónoma de Santo Domingo-UASD-, junto con la Universidad del País Vasco, España. Se Trata del Trabajo de Suficiencia Investigadora.
Pretendo que sea un análisis de los alcances de las identidades en una de las obras del poeta dominicano Víctor Villegas, quien es miembro de la Generación de Escritores del 48, en la literatura dominicana contemporánea.
La obra que he seleccionado para este estudio es la titulada JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGIAS¨, publicada por Víctor Villegas en el año 1982, en la colección EL SILVO VULNERADO.
Con Juan Criollo y Otras Antielegías¨, Víctor Villegas fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (1982) que otorgaba en ese tiempo la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos de la República Dominicana, institución que hoy se llama Secretaría de Estado de Educación. El referido Premio Nacional de Literatura actualmente es auspiciado por la Secretaría de Estado de Cultura.
He titulado mi estudio con el nombre de Las Identidades en “Juan Criollo y Otras Antielegías”, de Víctor Villegas, porque mi propósito es investigar cuáles son los principios y/o fundamentos que se enuncian en el texto poético seleccionado en relación al problema de la identidad o de las identidades, sin descuidar la ritmicidad existente en la obra y sus otros sentidos poéticos.
Pocas veces se aborda el estudio de este polémico tema desde la literatura, aunque no es la primera vez que se hace este tipo de investigación al respecto; pero sí puede ser la primera vez que se realiza ese tipo de estudio junto con los asuntos concernientes al ritmo y/o a la musicalidad interna del discurso poético en este país. Parecen dos vertientes de análisis diferentes, pero no es así, ya que en ambos casos median las palabras, los conceptos, las pausas, y se interpone el discurso en un uso predispuesto de la lengua, en este caso, por parte del poeta.

Procuro determinar cuáles son los sentidos que, sobre el concepto de identidad o de las identidades, impregna el poeta a partir del texto en cuestión. Cuáles son los valores, sentimientos, costumbres, acciones psicosociales, formas de vida, pensamientos, conductas, maneras de ser y de actuar que el poeta reivindica en términos simbólicos, como propias del pueblo dominicano, sin desconocer el fundamento sincrético de su desarrollo cultural, a lo largo de su devenir histórico.
Otro componente es el del ritmo, el cual está estrechamente ligado a la forma en que el poeta maneja la lengua en el texto poético. Es decir, está vinculado al uso de la lengua o al dominio del discurso poético que manifiesta el autor en esta obra. Concepto y ritmo quedan aquí íntimamente vinculados, para conformar en la totalidad el texto poético, en su basamento único, integrado en el corpus expresivo de fondo y forma, no viéndolos de manera particular, sino como una unidad, asumiendo el texto poético como una totalidad.

- OBJETIVOS

1.1- OBJETIVOS GENERALES
a)- Analizar las identidades que se manifiestan en la obra poética “Juan Criollo y Otras Antielegías”, de Víctor Villegas.
b)- Estudiar la musicalidad en el uso y manejo de la lengua, dentro del discurso poético predominante en Juan Criollo y Otras Antielegías¨.
c)- Analizar los múltiples contextos expresivos existentes en la obra.

1.2- OBJETIVOS ESPECIFICOS
a)- Determinar los sentidos que sobre las identidades dominicanas se manifiestan en la obra “Juan Criollo y Otras Antielegías”, de Víctor Villegas.
b)- Investigar el predominio del discurso narrativo existente en esta obra poética.
c)- Establecer el vínculo entre lengua y ritmo expresado en el discurso que predomina en este libro de poemas.

2- ANTECEDENTES
Sobre la identidad han escrito en el país varios(as) autores(as) nacionales, entre ello(a)s Pedro Francisco Bonó (1828-1906).Ver su obra “El Montero”(1856); Manuel Arturo Peña Batlle(1902-1954). Pedro Henríquez Ureña (1884-1946). Juan Bosch (1909-2001).Ver su obra “Cuentos Escritos en el Exilio”(1964).
Otros autores que se han referido al tema sobre la identidad son : la periodista Ángela Peña (1950).Ver su reportaje periodístico “Los Dominicanos.Trujillo y la Unidad del Lenguaje”(Periódico HOY, 30 de marzo. No XI. Pág. 18) Pura Emeterio Rondón (-). Ver su obra “Estudios Críticos de la Literatura Dominicana Contemporánea(2005).Josefina Záiter. Ver su obra “Un Análisis Sicosocial de la Identidad Dominicana, en Perspectivas Psicológicas”(2000).
También los escritores Andrés L. Mateo (1946).Ver su obra “Al Filo de la Dominicanidad”(1997); Carlos Andujar(-).Ver su obra “Identidad Cultural, Religiosa y Popular”(1999); Carlos Dore Cabral (-). Ver su trabajo titulado “Reflexiones Sobre la Identidad ”.Avances. Revista de la Escuela Cultural y Folclórica (1989). Año I, No. I. Págs.20-29. Manuel Núñez(1957). Ver su obra “El Ocaso de la Nación Dominicana”(1990) y Francisco Henríquez Grateraux (-). Ver su obra “Un Ciclón en una Botella”. “Notas para una Teoría de la Sociedad Dominicana”, entre otros(as) autore(as).
Pocos de estos autores han planteado un estudio sobre la identidad desde la literatura, escogiendo de manera particular la obra de un autor dominicano, para analizar sus múltiples vertientes, a partir del discurso literario y sus múltiples sentidos.
Uno de los primeros autores en buscar los vínculos de nuestra identidad con la literatura, lo fue el poeta y músico dominicano Manuel Rueda. Gran parte de sus ideas aparecen en la obra titulada “Imágenes del Dominicano”, en la cual él plantea algunos elementos que les son propios al dominicano y establece propuestas ante lo que llama vacíos y debilidades de la sociedad dominicana en torno a ese fenómeno tan necesario.
Para Manuel Rueda, es una
¨…inmadurez de la narrativa dominicana y una falta de concordancia
entre hombre y realidad, y sobre todo a la carencia de comunicación
entre nuestras diversas clases sociales.¨
[1]

Rueda considera que el dominicano no ha empezado a hacer el recuento sistemático de sus experiencias, debido a una especie de pudor. El sostiene que debe ser una
tarea fundamental del escritor dominicano el tomar conciencia sobre su mundo y no aventurarse a escribir lo que no sabe o no se siente con la necesaria pasión.
A pesar de todo, la obra de Rueda carece del debido rigor y de la profundidad que amerita el tema. Entre los temas que trata, están los titulados “Cinco Temas Sobre el Hombre Dominicano” y “El Dominicano Visto a Través del Folklore Literario”, entre otros temas de no menor importancia, dentro de la vertiente de las identidades y sus referencias culturales.
A parte de Víctor Villegas, ya con anterioridad, varios poetas han enfocado el tema de las identidades en sus producciones poéticas, por lo que no podemos olvidar a Salomé Ureña y su poema “Ruinas”, tampoco podemos olvidar a los Poetas Postumistas, con Domingo Moreno Jimenes a la cabeza. Estos (Los Postumistas) fueron los primeros en asumir el paisaje dominicano, la tierra dominicana, su lengua y su geografía, su fauna y su flora, para incorporarlas en las imágenes de su discurso poético, desde un sostenido ritmo interno, sin hacer uso de la rima.
Otra referencia obligada está en los llamados Poetas Independientes del 40, sobresaliendo entre ellos, Héctor Inchástegui Cabral (1912-1979); Manuel Rueda (1921-1999); Manuel del Cabral (1907-1999) y su inolvidable “Compadre Mon”(1942), además, ahí tenemos al poeta Tomás Hernández Franco(1904-1952) con su obra poética titulada “Yelidá” (Poema,1942); otro poeta que también ha asumido el tema de la identidad dominicana lo fue Don Pedro Mir (1913-2000), el Poeta Nacional, y su famoso poema “Hay Un País en el Mundo”(1949). También cabe destacar aquí al poeta de la Generación de Los Sorprendidos, Franklin Miéses Burgos(1907-1976), entre otros poetas nacionales.
Para una mejor comprensión del tema, es importante aclarar que todos estos poetas que he señalado, han enfocado la identidad como temática poética en sus creaciones; pero son pocos, muy pocos los estudios, los análisis al respecto, salvo el caso particular de la catedrática e investigadora dominicana, Pura Emeterio Rondón, quien en un trabajo monográfico publicado por el Centro Cultural POVEDA-
[2], dedicó su estudio al tema de la identidad desde la expresión literaria, específicamente, desde la narrativa y la poesía. También el crítico literario Odalis Pérez(1952) y su obra “La Identidad Negada” (2003).

3- JUSTIFICACION E IMPORTANCIA DEL TEMA
En un momento en que avanzan los procesos de mundialización y nos confrontamos con una visión totalizadora del universo, donde las política apuntan al rompimiento de las fronteras y a la hegemonización de las culturas y la planetización del Ser, cabe preguntarse si todavía vale la pena hablar de la identidad o de las identidades, y en términos particulares, asumirla como temática básica ante la búsquedas de permanencia en el imaginario de nuestros pueblos. Ante esta disyuntiva, de entrada afirmo que sí, que vale la pena asumir e insistir en el tema de las identidades, básicamente, en lo referente a la identidad cultural, como referente válido para seguir existiendo como pueblo, en este caso, como pueblo latinoamericano y caribeño.
Frente al fenómeno de la totalización a que nos empuja la globalización, se hace imperante la búsqueda de alternativas que conlleven al fortalecimiento y reafirmación de las particularidades e individualidades de nuestros pueblos, sin rechazar el vínculo y la interacción consustancial con los demás pueblos del mundo.
De ahí la justificación y la importancia de este tema sobre las identidades desde la literatura, porque hoy, más que nunca se amerita que nuestros escritores se apropien del imaginario que representa su entorno, traspasando sus límites existenciales e imaginativos, apegados a los sentidos estéticos de sus producciones. Se necesita dar valor a nuestros mitos, a nuestra referencia histórica y cosmogónica, para luego hacerlas partícipes de nuestra creatividad. Sólo de esa manera podremos sobrevivir como sujetos pensantes, reinventando lo que nos identifica, nuestros valores, a partir de la lengua, basamentados en nuestra cultura, porque de lo contrario, caeremos ahogados por los torbellinos de la globalización.
Este estudio lo asumiré tratando siempre de no caer en una lógica determinista o en un enfoque historiográfico que obligue a una reducción de los universos estéticos de la obra en cuestión, por lo que partiré desde un concepto poético y discursivo en mi abordaje crítico.
Sé que he elegido un tema muy polémico, ya que algunos autores cuestionan el tratamiento analítico del tema de la identidad en una obra literaria, alegando que tal enfoque(“...proyecta como un velo antipoético en la poesía contemporánea”)
[3], como es el caso del escritor dominicano Manuel Matos Moquete. Dice Matos Moquete:
“La ideología de la búsqueda de la identidad nacional en las obras
literarias es también otra de las herencias unidas al tema social, una cierta
crítica del sentido común, la crítica periodística, proyecta como un velo
antipoético en la poesía contemporánea. Así, cuando apareció Juan Criollo
y Otras Antielegías, de Víctor Villegas, sus principales críticos se limitaron
a ver en esta obra un proyecto social”
[4]
De ahí la importancia de este estudio, el cual, de por sí, trae consigo el problematizar un tema tan heterogéneo como es el de las identidades, a partir de la literatura y un determinado planteamiento crítico.

4- DELIMITACION DEL OBJETO DE ESTUDIO
El tema que he elegido está directamente vinculado al reconocimiento del sujeto de sí mismo y ese reconocerse sólo es posible en su relación con los demás. El conocimiento de mi Yo, se efectúa a partir de mi contraste con el otro.
De ahí que la identidad es una situación que es posible dentro de las perspectivas de la mismidad, puesta en relación o en conflicto con la otredad.
La identidad es un problema que no puede enfocarse desde una sola vertiente, ya que se presenta desde múltiples aspectos, ya sean psicológicos; históricos; sociales; políticos; culturales; culinarios; moda; formas de hablar y de actuar; maneras de hacer las cosas; entre otros planos que entran dentro de la subjetividad de los sujetos.
En este caso, trato de ver las dimensiones, las características, los detalles o los alcances de la identidad desde la literatura. Cómo y de que manera se manejan los conceptos de identidad en la obra poética que he seleccionado como objeto de estudio.
Se trata de un estudio del discurso poético que predomina en “Juan Criollo y Otras Antielegías” (1982). Trato de ver, además, de qué manera el poeta en cuestión usa la lengua con el objetivo de entretener y/o hacer sentir placer a sus lectores, desde su destreza estéticas en el manejo de la lengua. Procuro resaltar la posible musicalidad o ritmicidad que predomina o sobresale en cada una de las antielegías que conforman la obra en su totalidad.
En síntesis, mi objeto de estudio es analizar las identidades en una obra poética titulada ”JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGIAS”, del poeta dominicano Víctor Villegas, a quien conocí de manera muy cercana, cuando fue mi profesor de diferentes asignaturas, mientras yo cursaba la licenciatura en Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, durante los años 1975-1980, a tal punto que mi tesis de grado fue sobre su primera obra poética “DIÁLOGOS CON SIMEÓN” (1977), estudio que luego publiqué en forma de libro en el año 1985.

5- MARCO TEORICO Y CONCEPTUAL
Para esta investigación he realizado un rastreo indagatorio en relación a los diferentes estudios que sobre la identidad y el ritmo se han efectuado en el país, específicamente, de aquellos análisis que se han hecho teniendo como base a la literatura.
Como he dicho más adelante, lo primero que aflora es que en la mayoría de los casos, los estudios que aparecen son sobre la identidad desde su vertiente histórica, social y política, y en otros casos, desde la óptica del enfoque psicológico.
Sale a relucir que en la literatura, específicamente, desde la poesía, el fenómeno de la identidad se ha abordado de manera muy limitada. Son pocos los autores que han tratado el tema de manera sistemática. Prefieren tratar temáticas exóticas, en muchos casos, que poner de manifiesto su entorno, su experiencia vivencial, su imaginario cotidiano. No es raro escuchar el decir de autores o a personas comunes, en el sentido de ¨…aquí no hay identidad.¨
La cultura dominicana es resultado del sincretismo o de la mezcla de varias culturas, fundamentalmente de la europea (española), la africana y la aborigen. Se entiende que, como resultado del exterminio descomunal de los indios, no poseemos vestigios de la cultura aborigen, lo cual puede ser falso, ya que por doquier, en este país, usted puede degustar de comidas que, de acuerdo a investigadores del tema, eran las que cocinaban nuestros aborígenes, basta con leer algunos trabajos del intelectual dominicano Marcio Veloz Maggiolo.
El análisis del discurso poético, el manejo de los recursos lingüísticos, el estudio histórico-social y político de la República Dominicana, sus creencias y el entramado de su cultura, son aspecto que, necesariamente, forman parte de esta investigación.

En términos generales, se trata de un estudio que trasciende la simple valoración conceptual y semántica de la obra, ya que de quedarse ahí, sería reducir el universo trascendental y abierto del texto poético. De ahí que me auxilio de diferentes áreas propias de la investigación literaria, siempre con el criterio de abordar la obra como una totalidad, sin obviar sus múltiples valores estéticos


6- MARCO METODOLOGICO
El estudio que me he propuesto realizar tiene como base la aplicación del análisis poético del discurso en una obra literaria, asumiendo la obra como un todo, como un sistema significante, desde la organización del discurso poético.
Como se trata de una investigación sobre las dimensiones de las identidades y la ritmicidad en Juan Criollo y otras Antielegías, de Víctor Villegas, aunque aplicaré el análisis poético, me auxiliaré de las facilidades que me pueden brindar la antropología y la sociología, sin olvidar los universos abierto y cerrados que la obra literaria representa en si misma.
Ver la obra como totalidad, es mi tarea en este estudio, y asumirla como expresión estética, como arte, desde el cual, el poeta, el artista, tiene como fundamento básico deleitar, muy a pesar de las demás funciones que ha de cumplir la literatura, como creatividad y manifestación de las visiones y sentimientos del sujeto creador.

7- HIPOTESIS DE TRABAJO
En “JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGIAS”, hay un predominio de la búsqueda de las identidades dominicanas, a partir de un discurso poético, donde subyace la musicalidad o el ritmo en el uso de la lengua, por parte del poeta.
8- ÍNDICE O DESGLOSE TEMÁTICO
CAPITULO 1.-“JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGIAS” Y SUS IDENTIDADES, A PARTIR DE LA EVOCACION DE LOS MITOS POETIZADOS.
1.1- Enigmas en una Poética que se Identifica.
OBJETIVO ESPECÍFICO: Demostrar de qué forma y manera las identidades, en esta obra, se manifiestan desde los mitos evocados y cómo los enigmas están presentes en este texto poético.
CAPITULO 2.- LO DIALÓGICO EN EL DISCURSO IDENTITARIO Y POÉTICO DE “JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGÍAS”.
OBJETIVO ESPECÍFICO: Estudiar el funcionamiento del diálogo dentro del texto poético.
CAPITULO 3.- PREDOMINIO DEL RITMO EN EL TEXTO.
OBJETIVO ESPECÍFICO: Estudiar el manejo de la ritmicidad (musicalidad) en la obra.
CAPITULO 4.- LA BÚSQUEDA DE LAS IDENTIDADES EN “ANTIELEGÍA DE JUAN CRIOLLO”
OBJETIVO ESPECÍFICO: Analizar de qué manera son tratadas nuestras identidades en la obra.
DESARROLLO
Capítulo- 1

“JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGÍAS” Y LAS IDENTIDADES, A PARTIR DE LA EVOCACIÓN DE SUS MITOS

“Juan Criollo” y Otras Antielegías”, como concepto pluri-semántico, deja de ser aquí la representación del título de un texto poético, para situarse en la dimensión simbólica de la representación mítica que permea todo el contexto de la obra.

En sí mismo, “Juan Criollo”, dentro del andamiaje poético de la primera antielegía, de las trece que estructuran la obra, es un personaje extraído de una realidad fabulada, inventada por el poeta. Es la creación de un mito, por lo que no podemos asumirlo como representación de una realidad tangible, sino como simbolización mítica.
Para el lingüista y narrador dominicano, Dr. Manuel Matos Moquete:
“un mito es la recreación maravillosa de una realidad. Como en los grandes
mitos griegos o como en la Biblia, el poeta, el narrador, el profeta, es
un demiurgo: inventa una imagen divina o heroica fuera del tiempo que
se nos da como una eternidad. La poesía y el mito emplean la
simbolización como recurso principal de la creación de un mundo ficticio “.
5

El poeta nos presenta su microcosmo poético y a partir de él le da vida a Juan Criollo, nos lo presenta como parte consustancial de su poética. El mito Juan Criollo es evocado desde una secuencia de imágenes poéticas que lo identifican y lo señalan como un ser inverosímil, sin dejar de situarlo en un panorama geográfico específico, lo cual responde al referente socio-cultural y político del poeta:
“(...) Por eso tenía
trescientos treinta y cinco años y
sin embargo recién
había nacido,
apenas,
con el ruido de las locomotoras, al
borde de la caña quemada o con los
peces que golpean el casco de los barcos”.
(p. 11)
Desde ese mito se propicia el abordaje de un discurso poético que asume como eje temático la historia, como recurrencia y como relato de un vivir que no es sólo del poeta, sino que nos pertenece, y en ese sentido de pertenencia, nos duele y nos conmueve. Lo que acontece, sucede u ocurre en el espacio y en el tiempo de la historia,
al ser poetizado por el sujeto autoral, adquiere un carácter pluri-dimensional y multi-semántico, a la vez.
Juan Criollo es una simbología mitopoética que el autor (Víctor Villegas) ha creado, dándole sentido desde un discurso poético musical. rítmico, que no soslaya ningún tipo de argumentación para justificarse, por no decir, para identificarse, recurriendo a una poética de la memoria embriológica , donde el poeta desteje nuestras raíces o nuestros orígenes fundacionales.
Estamos entonces frente a un texto poético donde la historia es mitificada, adquiriendo otros sentidos, que son los sentidos del poema, abiertos y cerrados,
despojados de prejuicios, donde el poeta nos cuenta su convivir y su desvivir, a partir de la palabra, como sucede en la “Antielegía de Fray Antón de Montesinos”, otro mito desde el cual el poeta desnuda Las Encomiendas, la colonización, las violaciones, el saqueo y los crímenes de los mal llamados conquistadores que culminaron con el exterminio de la raza aborigen de su tierra que es nuestra tierra:
“Cuando las enormes ceibas de el Marién
apenas, o las de Behechío habían
sido cagadas por los conquistadores,
el ladrón cercó, el Alguacil cercó,
el Tesorero,
el cura,
el grumete cercó, el presidiario cercó ,
y a eso le llamaron encomiendas,
el de la Audiencia cercó, Colón
y su sangre-Diego, Bartolomé,
y metieron dentro perros, ciguayos
y taínos, como en un panal, o
no,
como en una cárcel, a los
de Cahay untados de higuereta y de bija
a los de Samaná (...)”
(pp. 20-21)

Esta es la otra historia, la historia desde la recreación de las imágenes poéticas, el contar los hechos a partir de la manifestación lúdica y onírica de una retórica ante la cual el poeta se expresa y nos expresa, se sitúa y nos sitúa, arremete, señala y nos señala, sin hacer del texto poético un manual de política o de politiquería, sino que desde el se apropia de su política poética y nos crea su nuevo mundo, a partir de un código metafórico e hiperbólico, donde Fray Antón de Montesinos deja de ser quien es, sale de la historiografía para convertirse en sujeto mítico, en un Ser fabulado desde el discurso
de las simbolizaciones.

Los símbolos se nos presentan como representaciones arbitrarias que los sujetos hacen de la realidad. Al leer al sociólogo y antropólogo Carlos Andujar, nos encontramos con este concepto en relación al símbolo:
“ El símbolo es una representación arbitraria y subjetiva que los
grupos humanos asignan a determinadas cosas o hechos de la
cultura (...)Siendo el símbolo un soporte de los valores del
grupo, permite a la vez que la reproducción social, la justificación
de los hechos de la cotidianidad y de las acciones
emprendidas por el ser humano (...)”.-
[5]

Siguiendo con el planteamiento en relación al símbolo y a la representación simbólica, Mircea Eliade, nos dice:
“El pensamiento simbólico no es de dominio exclusivo
de los niños, del poeta o del desequilibrado; es consustancial
ser humano; precede al lenguaje y a la razón discursiva; para
luego articular símbolo y realidad. El símbolo revela ciertos
aspectos de la realidad (...) los de mayor profundidad
que desafían cualquier otro medio conocimiento”.-
[6]

En la literatura, específicamente en la poesía dominicana, se han creado grandes mitos poéticos, entre ellos Hay un País en el Mundo, de Pedro Mir; Compadre Mon, de Manuel del Cabral; Yelidá, de Tomás Hernández Franco; esto nos indica que “Juan Criollo y Otras Antielegías” tiene en el país antecedentes míticos que pueden servir de referentes en estructuración y codificación de su universo poético.

La simbolización en la Antielegía de Fray Antón de Montesinos queda situada a partir de un imaginario que es recurrente al tildar y ubicar culpables, agonías , peste:
“(...) todos los confines de la isla manatíes
y guásuma, puercos cimarrones, iguanas
verdes,
tiburones y parturientas, se llenaron de
ayes, de peste suicida,
de lamento de bohío muerto,
y buscó el caracol su boca entre los árboles
el tambor su mano de casabe
la noche su relámpago, su
fantasma de fuego”.
(p. 21)
El referente geográfico queda hiperbolizado en la enunciación del poeta, circundando entre lo ficticio y la realidad, induciéndonos al mundo ideal de sus quejas y querellas, para fijarnos aquel pasado de oprobios y violaciones de un “descubrimiento” encubierto, incriminado y perverso:
“En Higuey años o siglos, días
antes aún el mismo día de romperse
el himen del mar de los cielos, muy
temprano se ordeñaban los cemíes y la
ubre veleidosa de las aguas.
De noche los peces subían a los árboles
o en la punta de lanza a las canoas.
Ciguas, rolones, yaguazas a veces
Se inmolaban en las manos,
y era feliz la gente en la piedra sagrada,
en el yantén caliente para la calentura,
en el collar de huesos para el rito
porque le olía a tierra caprichosa
el pino
a palma libre la montaña
a barro sólo de animal perdido
cuando el sol reposaba
en los maizales”.
(pp. 21- 22)

La transgresión de la historia social, su ficción, sus imágenes y sus demarcaciones epocales, quedan fijadas a partir de un discurso poético en movimiento, donde el ritmo y la musicalidad del poema trascienden los referentes narrados, para dejar traslucir los matices de un canto épico, donde el héroe, el sujeto de la acción, Fray Antón de Montesinos, aflora como un mito protagónico:

“Entonces hubo una voz en domingo
de Adviento. Las vacas pisaban los lagartos
entre las hojas secas,
afilaba la espuela el escribano con su tonel
de vino y de gallera,
escondía en la botija el docto el oro
mientras el capitán lustraba con sus
dedos la sangrienta espada”.
(p.24)

El poeta se manifiesta y nos manifiesta su forma- contenido y su continente desde enunciados poéticos-narrativos que nos señalan e identifican una épica-dialógica articulada desde un código que apunta hacia la memoria o el recuerdo de la colonia
opresora y corrompida:

“(...)Todos-siguió gritando- Montesinos-
estáis en pecado mortal
y en él vivís y morís, por la crueldad
y tiranía que usáis con estas inocentes
gentes. Decid, ¿ con qué derecho
y con qué justicia tenéis en tal cruel
y horrible servidumbre aquestos indios?”
(p.25)

Lo extrapoético es asumido por el sujeto autoral para justificar la invención de su mito
desde la figura imprecante de Montesinos. Nos narra la otra historia, la historia poetizada de la que, al ser contada o al ser cantada, se torna colectiva y todos somos dueños de ella, nos pertenece, la asumimos y ella nos asume desde sus andaduras y tonalidades identitarias.

Aquí la historia es emblema y signo de una política de látigos, esclavos y travesías de un poder oficial y oficioso, marcado por el anclaje de la orden colonial que es cuestionada, emplazada y que encuentra resistencia más allá del púlpito:

“Cómo los tenéis tan opresos y fatigados,
sin dalles de comer ni curallos
en sus enfermedades,
que de los excesivos trabajos que les dais
incurren y se os mueren,
y por mejor decir, los matáis
por sacar y adquirir oro cada día?
Estos, ¿no son hombres?
¿No tienen ánimas racionales?
¿No sois obligados a amallos
como a vosotros mismos?
¿Esto no entendéis?
¿Esto no sentís”?.
(p.27)

Siguiendo con la lectura poética de la obra “Juan Criollo y otras Antielegías”, nos encontramos con el poema “Antielegía de la República Dominicana”, donde la simbolización del mito se nos presenta a partir de una sucesión de imágenes poéticas, desde las cuales el sujeto autoral expresa su concepción fabulosa acerca de una República que parece sugerir que es la República Dominicana, he dicho parece sugerir, porque no olvidemos que, al tratarse de un poema, existe, entonces, una transgresión de la lengua y de la realidad. En este caso, una fabulación poética o
una mitificación de los hechos a partir del discurso poético.
Un sentido antropomórfico recubre la voz del poema para aludir a un concepto que nos aproxima a una realidad sociopolítica propia de la República Dominicana, adquiriendo una caracterización genérica masculina, y es por eso que tiene:

“Hombros de cuaba y de montaña
del Masacre a la Mona;
tabaco fuerte como el sol, agua
de huracán
caballera caribe.
Orilla antípoda, espumazo de voz vieja;
Atlántico, lomo
de aventureros,
geófagos, aves de rapiña
con adarga
y casco de oro,
con corbata y pipa, vasinilla,
abogados bizcos entre computadoras
y títulos de amos con el escudo nacional”.
(p.31)

He aquí la evocación de un mito poetizado, configurado como República dominicana, desde el cual el texto recubre y encubre sus identidades, en un abierto desafío al poder oficial. Se proclama aquí la definición de un mestizaje que le es propio a la historia político-etnológica y filosófica del Ser Dominicano:

“República Dominicana es un hombre
mulato, blanco, negro,
siempre se apellida Pérez, Martínez
o Fernández. Oficio: zapatero,
sastre, maestro, chiripero,
pescador, abogado y médico.
O simplemente ninguno”.
(pp. 31-32)

La religiosidad popular que registrada en este texto y diversidad de creencias mágico-religiosas, las que entran a formar parte integral del pensamiento y formas de vida de la sociedad de un país del llamado tercer mundo, dando detalles y perfiles que nos invocan e convivir y la cotidianidad política del contexto social dominicano:
“No es mormón,
puritano,
ortodoxo, ateo,
católico,
voduista,
no es ni chicha ni limonada,
candelo o San Elías.
Harto de que le lleven el oro, la caña
El café, el idioma
Mientras alaban su soberanía.
Harto de que le quiten el pan de la
boca y cambien su sudor por medallitas.
Es creyente de la luna,
del espíritu negro de los cementerios,
de sahumerio de Anaísa y la gallina
de tres patas,
va a la iglesia, reza el padre nuestro
y vuelve a casa
a blasfemar sin el remedio”.
( p.32)

Para entender ese fenómeno de la diversidad, no sólo cultural, sino también religiosa, el sociólogo Carlos Andújar nos dice:
“A partir de la peculiaridad del encuentro entre los sujetos
protagónicos de la conquista y colonización americana, la
historia comenzará a escribirse de otra manera. En el Caribe,
empero, el contacto del europeo con las sociedades
aborígenes fue más allá del intento de imposición cultural a
través de la fe. La violencia de la explotación del indio terminó
en etnocidio total antes de que el descubrimiento
cumpliera su primer siglo. En el caso de los Africanos,
la situación se presentará de otra manera: la relación de
éstos y los europeos fue de obligada coexistencia, permitiendo
la supervivencia y proyección histórica de
la sociedad colonial: La necesidad del colonialista de
producir riqueza lo hizo dependiente de la mano de
obra esclava”.-
[7]

El proceso de hibridación cultural y religiosa que se desarrolló en la isla es puesto en evidencia desde este metaforizar la historia que se desprende en la obra “Juan Criollo y otras Antielegías”. En relación a este problema cultural y religioso, Carlos Andújar nos dice “Como sabemos, el negro estaba impedido de expresar sus creencias:

¨...y de practicar sus ritos originarios. El español había iniciado la conversión
del esclavo al cristianismo a través de la evangelización, partiendo de la premisa
de considerar salvajes y satánicas las creencias de aquél. La situación
obligará al negro a manifestar su interior místico en el nuevo espacio
impuesto por el amo; su forma de resistencia será conjugar su propia cos-
mogonía, prácticas, ritos y ceremonias con las del catolicismo”.
[8]

Como presentación mítica, el poeta rejuega con la hiperbolización de aquella noción conceptual y política de lo que él entiende que es su patria, por lo que nos dice y se dice qué es ese mito poetizado y lo hace nombrando, nominalizando, denominando, situando una simbología que enuncia la naturaleza, las frutas, el mar , hasta caer en una negación discursiva que al final se convierte en rabia y protesta:

“República Dominicana es una roca de
melones, miel, minas, merengue,
melaza, morenas, mares,
caña,
coco,
café,
cacao, carne, canciones
candidez y carajo.
No hay bolsas, sabios, laboratorios
atómicos,
astronautas.
No hay observatorios sino los del deseo.
No hay fábricas sino las que no medran
el poder de brazo largo.
Y es codiciada
y se la comen cada día en su
falda de espumas,
en su moneda
de doncella raptada”.
(p. 33)
El ritmo interno en este texto poético se constituye en una continua marca identitaria de Juan Criollo y otras Antielegías. La ideología en el discurso poético, en específico, va marcando otros caminos que señalan el rumbo de una
vertiente y un enfoque temático distintivo, donde la memoria es asumida como argumento para relatar la historia de unos hechos que van entre zigzagueantes entre lo verosímil y lo inverosímil, pero siempre con el determinado propósito de ir detallando los enigmas del mito que es nuestro mito, el territorio, la extensión geográfica en una épica de confrontaciones y polifonías:

“República Dominicana no se parece pero
se parece a todos los pueblos
de la tierra.
En eso de cantar, de oírse en el
latido de sus venas,
en la cuerda de sus montes, sus ríos,
su aire único
de leñador y guitarrero.
Por eso luchó contra el colono,
el inglés,
el francés,
el haitiano,
el español,
contra los yankis,
los tiranos,
otra vez contra los yankis
otra vez contra quien sea
hasta algún día”.
( pp. 34-35)

Hay a lo interno de este texto poético una memoria cronológica de los hechos y relatos, enfrentamientos o confrontaciones sostenidas a lo largo de la historia en esta geografía particular que, en el imaginario del poeta, adquiere otros sentidos y resalta los ecos de una trashumancia poética que se mantiene apegada a sus identidades en desarrollo. Es por eso que el poeta, al no encontrar cómo redefinir su mito, lo convierte en un ícono de su propio discurso poético:
“República Dominicana es un pequeño país
en un punto perdido
del océano caribe.
Tiene unos cojones grandísimos”.
(p.35)

En el último verso de la Antielegía de la República Dominicana, el concepto cojones es asumido por el poeta desde sus múltiples acepciones semánticas para darle sentido de legitimidad y consolidación al valor ético y estético de su mito, identificando así el texto desde una metahipérbole que nos induce a la intimidad de su universo fabulado y metafórico, dando como resultado la creación de otro mito, la imagen del coraje de una patria-héroe, con miembros inferiores propios de machos, en base a la muerte de un mito que se contrapone al miedo.
En relación a la muerte de los mitos, Claude Levi-strauss nos dice:
“Aquí se trata de la muerte de los mitos, no en el tiempo sino en el espacio,
se sabe, en efecto, que los mitos se transforman, transformaciones
que se operan de una variante a otra de un mismo mito, de un mito a otro,
de una sociedad a otra sociedad para los mismos mitos o para mitos difeferentes,
afectan ora la armadura, ora el código, ora el mensaje del mito,
pero sin que éste deje de existir como tal; respetan así una suerte de principio
de conservación de la materia mítica, en los términos del cual de
todo mito podría siempre salir otro mito”.-
[9]

Hay aquí un entramado subjetivo, donde la representación conceptual de la patria deja de ser lo que es, conglomerado, pluralidad, para constituirse en la patria-mito del poema y su simbolización.

En sí misma, esta obra contiene sus propios ejes identitarios, no sólo en su polifonía, en la cadencia rítmica que se organiza en su discurso poético, sino también en la en simbolización de sus relatos, narraciones metaforizadas y en su fonética musical.

Las trece antielegías que estructuran la obra son presentadas y representadas por el poeta, como simbologías míticas, aunque un lector simple, no especializado, las vincule
al mundo tangible del autor y a la política de su ideología, reduciendo así los universos
de sentidos abiertos y cerrados que se enmarcan en este texto poético.

El mito sobre los muertos y su posibilidad de salir y hacer travesuras en el mundo de los vivos (ver Antielegía de los Muertos, Pág. 37-44). El Yo del poeta que se considera un muerto más entre los vivos, buscándose entre los escombros, en los patios de perros y consignas rebeldes (...), tratando de encontrarse con los que se fueron a destiempo.

Hasta cuando se ubica en el costado izquierdo de su ideología, el sujeto autoral no deja sucumbir el poema en el panfleto o en la pancarta denunciante y denunciada, por el contrario, levanta su discurso y recoge su armazón rítmico y cadencioso para convertirlo en lirismo de discrepancia y rebeldía, como sucede en su Antielegía del Hombre-Hora, o cuando nos presenta su patética y poética descripción del cortador de caña, aquel a quien Natalie, espera en la severidad de las arrugas de sus manos. He aquí otro mito en torno al bracero, en este caso de origen cocolo, a quien el poeta dedica su Antielegía del Bracero, donde el poeta procura hacer del poema un texto armonioso desde el uso del continuo de una imagen poética como lo es el asíndeton, confirmándonos su dominio de la lengua a través del discurso poético:

“(...) Caña y más caña, olor de caña
en la barraca,
en la bodega caña,
en lo que sobra del salario caña
en el sudor que traes,
en tu única ropa,
en la locomotora, el limonero,
los ratones,
el perro muerto de hambre,
en tu inglés mal hablado,
en tu piel africana,
caña,
guarapo,
olor de melaza en el sombrero
del amo(...)”.
( pp. 57-58)

En otras ocasiones hace uso de la polisíndeton, es decir, del uso reiterativo de la conjunción Y como recurso para acentuar su organización rítmica dentro del manejo de la palabra, tanto en el tono de la oralidad, como en el escalonamiento lineal de la escritura :

“(...) y en la oscura covacha de trementina,
y brea
no hay ganas de morir
y en el pulmón podrido y los riñones
no hay ganas de morir,
y en la bija con leche,
la jagua y el santuario
no hay ganas de morir”miserable
(p. 59)

En la Antielegía del Empleado Público, el poeta evoca un mito cotidiano a quien cuestiona y reclama por su indigencia milenaria, por su burocracia en crisis, su abandono sin nombre ni apellidos y su mirada pegada a la superstición:

“Cuando recibes el cheque miserable
y deseas estrujarle la cara al
prestamista
recuerdas al pulpero, el alquiler
que pagas con retraso,
la deuda a la farmacia
y hasta a la bruja que te vende
a esperanza”.
(p.69)

Aquí siento que decae su discurso poético, se llena de consignas y abandona la metaforización de la palabra, para otorgarle sentido ideológico por encima del abordaje estético.
Lo mismo siento que ocurre en Antielegía Vital, donde el afán de decir y denunciar se sobreponen a la imagen, a la metáfora, aunque su enfoque mítico no desaparece y desde él se mantienen vivas y cambiantes sus identidades temáticas y formales:

“ Ay, mochilero,
te engañaron.
Hay sífilis en la puerta,
el tísico se evacua en las
esquinas,
el sastre mata las cucarachas,
el zapatero empuja
al perro,
acosa los mosquitos,
las sanguijuelas de palacio,
las exoneraciones,
al gobierno-promesa
al diputado-promesa
al ministro-promesa
luego agarra al
perro y se lo come.
Es que no hay tregua”.
(p. 75)

El poeta se ha propuesta recoger en un texto aquellos contrastes latentes que se vislumbran entre los ojos de las Américas: aquella del Norte, anglosajona y esta morena y mestiza, tildada por una inmigración de ilegalidad. Ese es el contraste puesto en vigencia en la Antielegía Tierra (Rosalía), imagen con nombre de mujer que representa la errancia de aquella inmigración o exilio económico que no escapa al canto del poeta:

“En la Babel de Hierro, donde el mito
es el dólar, la fábrica, los
grises rascacielos
y vale más la colilla que el mísero
inmigrante,
la bolsa de Valores que don Quijote
y Sancho,
¿ a qué huele el aroma del café de tu
tierra,
del pedazo de noche que te llevaste oculto
en tu ropa de viaje?”.
(pp. 80-81)

En su calidad de creador, el mundo inventa mundos, recrea contextos y se sumerge entre los linderos de lo onírico y la utopía. Es lo que sucede en su Antielegía de la Igualdad, donde el mito queda representado en Eladio, sujeto del poema convertido en raíz y en memoria histórica:

“Eladio vió su cuerpo,
sus cabellos,
su esqueleto.
Su nombre de pila,
su raíz que es igual a la
del árbol que viene de muy lejos,
de la tierra”.
(p.90)

Eladio-mito-Eladio cosmo, es el signo identificable en el texto en procura de una mismidad universal que se puede percibir como utópica, poética e idílica:
“La sangre de sus venas
es la del flamboyán
en primavera,
roja y verde,
la misma sangre en
partes.”
(p.90)

En la cotidianidad del poeta y en la nuestra, el día martes tiene sus sortilegios, su encaprichado designio y responde a una enraizada cábala. Así ocurre en la Antielegía Cotidiana, donde el martes, deja de ser un día para erigirse en un mito, en una determinación mágica del calendario:

“Este martes, que guardé,
celosamente en mi gaveta de apuntes,
en las páginas de una brutal poesía
escrita en el futuro regocijo del hombre,
y del armario mágico vestirlo quise
del luminosos día que espero,
del recuerdo que viene en su pan
distribuido,
en el arroz que ha de llevar la alondra
a cada casa,
se ha fugado,
se ha ido vestido de presente como un día
cualquiera,
con los pantalones rotos,
la camisa en volanda,
el grito al cielo,
con multitud de ojos que no ven, de
manos que no alcanza”.
(pp.94-95)

El mito ahora se llena de preguntas y el poema estalla dentro de la interrogante que sacude. Es imprecante. El poeta afirma, se cuestiona y nos cuestiona. La palabra vuelve a encontrar su música, su ritmo. Es lo que ocurre en Antielegía Sencilla, donde el urticante panorama del barrio se aprisiona en el discurso poético y asume su derecho a discrepar junto al poeta:

“Igual que cuando pienso sobre el
borde de la silla al revés
y rasco mi tobillo mi tobillo mientras
me duele el fondo
de la paila vacía,
a los lejanos barrios voy,
entro a los vecindarios sin bombillas,
escucho el triste son, el bolero
del patio y la guitarra,
y todo allí se junta, la camisa
sudada y los ratones, el
guardia amancebado y la aspirina,
Guachupita,
Katanga,
el desalojo,
olor de arenque y tamarindo,
de cadáver podrido que aún resiste
a la muerte y a la
anemia”.
(p.99)

La automitificación, la añoranza, el recuerdo, el pensamiento pasado, la autorreflexión y la introspección hacia la búsqueda en sí mismo, es otro de los elementos identitarios que sobregiran en torno a la poética intensa de “Juan Criollo y otras Antielegías”, como ocurre en la Antielegía del Recuerdo, donde el poeta asume su regreso desde sí mismo para relatarnos su pretérito desandar, desde un filosofar poético que invoca a lo plural, al nosotros, asumiendo sus reclamos cotidianos :
“Hoy he regresado de muy lejos, y
sin embargo nunca he estado ausente.
Recuerdo la partida, mis viejos utensilios:
la córnea de mis ojos, la desnudez
perenne en la bañera,
la innumerable sombra terciada
como un rifle, la
voz acostumbrada al peso del insomnio.

Hoy vengo de mi mismo
y creí
una tierra de metal y de cebolla,
y en su , dulce soledad de fuego aprisionado
por el hombre, bocas
llenas, manos
repletas,
endurecidas manos por el barro”.
(pp.104-105)
traoo
Si nos ponemos a rebuscar en las identidades de Juan Criollo y otras Antielegías, a partir de la evocación de los mitos que son poetizados en la obra, sin detenernos un poco en la organización sintáctica que le sirve de armazón al discurso poético que identifica su universo fabulado, nuestro estudio quedaría restringido, ya que es a partir de la lengua que el autor configura sus visiones y su utopía, para darle sentido estético a partir de la palabra.

La continua musicalidad de su decir y el rejuego con el escalonamiento de los versos, le imprimen a la poética villegasiana en este texto, una marca poética que ya se había dejado percibir en Diálogos con Simeón (1977) y en Charlotte Amalie (1980) , me refiero a su entroncamiento con la memoria histórica, su dialogía con el otro, su otredad, desde un discurso retórico, a veces, pero cargado de simbologías y metáforas que nos interpelan y nos ponen frente a nuestro propio espejo social y político, en el quehacer cotidiano, como una negación al esteticismos .

En esta obra encontramos una polifonía de la oralidad y un testimonio musical en cada uno de los poemas que la integran, lo cual hace que en el texto la ritmicidad trascienda lo ideológico y la política del sujeto autoral. Así se demarcan las identidades en Juan Criollo y otras Antielegías, desde la evocación de los mitos que perviven en la hermenéutica intratextual de la obra.

1-1 - ENIGMAS DE UNA POÉTICA QUE SE IDENTIFICA

Un enigma es un acertijo, algo por resolver o que amerita de respuestas que develen su contenido o su continente. En Juan Criollo y otras Antielegías hay varios enigmas que se ocultan en el tejido textual y poético de la referida obra. Entre esos enigmas es pertinente mencionar tres, éstos son:

a)- ¿Quién es Juan Criollo?
b)- ¿De qué Forma Convergen el Discurso Denunciante y la Poética
Musical en Esta Obra?

a)- ¿QUIÉN ES JUAN CRIOLLO?
Procedo, entonces, a develar el primer acertijo: ¿Quién es Juan Criollo? Juan Criollo, no es sólo parte del título de esta obra poética. No es nada más el encabezado de una de las trece Antielegías que estructuran este texto poético. Juan Criollo, aparte de representar la figuración de un personaje creado por Víctor Villegas, es decir, aparte de ser una fabulación, un mito poetizado, es también la representación social, política, metafórica y poética de un pueblo que hoy es llamado República Dominicana.
Juan Criollo simboliza el resultado de un proceso de hibridación o mestizaje que caracterizó y caracteriza a nuestra sociedad. Es parte representativa de la conformación del proceso de identidad del pueblo dominicano. Refiriéndose en específico al concepto de identidad, Carlos Andújar sostiene que:
“ (... ) creemos que la identidad es un sujeto cambiante y dinámico,
como expresión fiel del factor clave que lo alimenta, la cultura,
que es siempre diacrónica (dinámica)”.-
[10]

“El criollismo se constituyó en América en un fuerte movimiento, por allá
por el siglo XVIII, con abierto sentido político y al cual estaban suscritos Simón Bolívar,
José de San Martín y otros grandes libertadores, y como sigue afirmando Carlos Andujar,
cuyo movimiento era la expresión del sentimiento “criollo”.-
[11]

Al referirse al criollo, Carlos Andújar plantea que es:
“aquel descendiente de español o de africano que se consideraba criollo,
algo diferente a sus orígenes. Este sentimiento fue creciendo, sigue diciendo Andújar,
y se convirtió en la fuente nutricia del movimiento libertador americano, es decir, en
su expresión política”.-
[12]

El criollo era también el descendiente de español nacido en la isla o el resultado de la relación sexual entre un español y las negras e indias de nuestra tierra. En todo caso, se evidencia un proceso de mestizaje. En este caso, Juan Criollo es representación de nuestras raíces, las cuales están fundamentadas en el proceso de relación entre el europeo (español), el negro (africano) y el indígena, entre otras culturas que incidieron y siguen incidiendo en nuestro contexto cultural, educativo y económico.

Sobre este tema, Andújar sostiene lo siguiente:
“ Por lo que vemos, la identidad nuestra tiene 3-.4 siglos que comenzó a
gestarse y que hoy somos el resultado de un proceso rico y multiétnico,
pues no sólo contamos con los elementos originalmente constitutivos negro- blanco,
sino, con otras naciones (chinos, árabes, norteamericanos) y grupos provenientes de
otros enclaves negros (haitianos, cocolos, americanos negros, etc.), que han reforzado
la presencia de los elementos negros actuantes hoy en nuestra identidad, aunque no se
asuma conscientemente”.-
[13]

Juan Criollo es ese sujeto que surgió con características, gestos, acciones, formas de hablar y de pensar diferentes al español, al negro africano, norteamericano, haitiano, barloventino, etc. Es ese Ser distinto que resultó del vínculo del blanco español con las negras africanas o con las indígenas y que con el paso del tiempo se fue creciendo y apegándose al convivir de la tierra, a sus raíces, hasta conformar sus identidades culturales, psicológicas, culinarias, fonéticas y lingüísticas diferentes a los otros, a los extraños, llamados colonizadores, o llamados exiliados o llamados invasores. En relación a este problema de la formación de la identidad cultural y su dinámica de diferenciación del pueblo dominicano frente a los demás pueblos, el catedrático dominicano Manuel Cruz Méndez nos dice lo siguiente:
“La identidad cultural la entendemos como el conjunto de notas
o características culturales comunes que ser culturalmente lo que
somos como pueblo, y a la vez, nos diferencian culturalmente de otros pueblos”.-
[14]

Juan Criollo es entonces un sujeto de la historia poetizada, es una pluralidad de sentidos que discurre por todo el discurso poético de la obra. Él se sitúa y nos sitúa como desde sus especificidades histórica ontológicas y discursivas. Desde este sujeto actuante se articula un ícono político y cultural que, en términos poéticos, se traduce en el vínculo del indisoluble del Yo del poeta y el nosotros de una sociedad o una multitud que se patentiza en la obra a partir de la escritura, lo cual ya había sido utilizado por el poeta como estrategia discursiva en su obra poética “Diálogos con Simeón” (1977).
Refiriéndose a la Elegía de Juan Criollo, como una subversión, la comentarista de obras literarias del periódico Listín Diario, María del C. Prosdocimi, sostiene que:
“Esta subversión, no es interna sino pronunciada, de allí que
abarque un símbolo nacional como va a ser Juan Criollo,
el país mismo (...)”.-
[15]

Es evidente que en esta obra se sostienen múltiples ejes situacionales y simbólicos que, sin dejar de representar un sistema significante o forma de significar, hacen de Juan Criollo un enigma poético y político, un sujeto-memoria que permea el discurso que convierte una realidad tangible en una metaforizada realidad poética .

b)- DE QUÉ FORMA CONVERGEN EL DISCURSO DENUNCIANTE Y LA POÉTICA MUSICAL EN ESTA OBRA?

Otro de los enigmas que hay que develar en este estudio es la forma en que se mantienen los vínculos entre el discurso del sujeto autoral denunciante y el discurso poético del sujeto autoral creador. En ambos casos, la lengua y, en particular, la palabra, no simplemente es asumida para nombrar o nominar, sino
que trasciende el comunicar y otorga forma-sentidos y funda otras realidades y referentes plurisemánticos y simbólicos.
Sin caer en un reduccionismo poético, en esta obra el discurso denunciante y acusador mantiene una simbiosis, un vínculo de intimidad discursiva con lo sonoro y musical, lo cual es obtenido por el poeta al usar la lengua de manera intencional desde una perspectiva estética, donde los ideologemas encuentran su organización, su sintaxis interna, a partir del manejo de la lengua con el objetivo no sólo de enunciar o expresar, sino de deleitar o recrear al lector desde las implicaciones del ritmo y la sonoridad del poema, como ocurre en el poema “Antielegía de la República Dominica” :

“República Dominicana es una roca de
melones, miel, minas, merengue,
melaza, morenas, mares,
caña,
coco,
café,
cacao,
cuero, carne, canciones.
Candidez y carajo.
No hay bolsas, sabios, laboratorios
atómicos,
astronautas.
No hay observatorios sino los del deseo.
No hay fábricas sino las que no medran
el poder de brazo largo.
Y es codiciada
y se la comen cada día en su
su falda de espumas,
en su moneda
de doncella raptada (...)”.
(p.33)

En este fragmento del poema citado hay un uso reiterativo de la consonante /m/ /c/ /n/ /y/, dando sonoridad y sentidos a unos conceptos, desde los cuales el poeta nombra productos que son propios de la República Dominicana y que adquieren valor poético al formar parte de la estructura estrófica. Al respecto, el crítico literario Manuel Matos Moquete, nos dice:
“Esa semántica interna, propia del discurso poético, produce así asociaciones
de palabras heterogéneas, las cuales se buscan sólo por su sonoridad y tono,
como en la lista de productos de “República Dominicana es una roca de/ melones,
miel, minas, merengue,/ melaza, morenas, mares,/ caña, coco,/ café, /cuero, carne,
canciones, candidez y carajo”.-
[16]
En ese mismo fragmento donde lo musical y eufónico son partes de la sonoridad rítmica del poema, también nos encontramos con aquella voz del poeta que apuntala y retrotrae a la memoria colectiva su indigencia, su precariedad económica, social , cultural y política, fijando así su ideología, una ideología que no está por encima del cima, sino que pervive y subyace en el poema, junto a su base rítmica que es lo que otorga sentidos y permanencia identitaria a su poética.
En la estrategia del poeta se mantiene el vínculo de poner en vigencia una retórica del decir, a veces directo, retórico, mezclado con asociaciones fónicas y sonoras que el autor logra conseguir en el uso de versos cortos, representados hasta por una palabra una consonante, o por una vocal, junto a versos largos que no contienen una misma distribución espacial, pero que sí van en escalonamientos, procurando no sólo denunciar, sino elaborar el cuerpo de una extensa metáfora sonora, como ocurre en el poema “Antielegía del Hombre-Hora”:
“El hombre-hora no es un lomo solitario,
un músculo perdido,
un puño sin espada.
No es simple salario que no alcanza
o pantalón raído
o pudorosa piedra.
Él es el tonelero de la viña
y los olivos,
el remero a sal y agua en las galeras,
el guardavía donde cruzan el petróleo y
los difuntos,
el metalúrgico de Osaka
el fogonero del Ingenio
espaldas mojadas-Texas
bracero-azúcar
pantalonero-factoría
guardia-campesino-arsenal
bananero-Honduras
guanero-Chile (...),
(pp.53-54)

En relación a la Antielegía del Hombre-Hora, M. Matos Moquete plantea que:

“En otro poema, “Antielegía del Hombre-Hora”, la dispersión de esa unidad
se realiza a través del mismo procedimiento de acumulación, saturación
de los nombres motivados prosódicamente . Todo el trayecto de opresión y de
cólera del “Hombre-roca” en el trabajo está significado mediante la aliteración de la /p/
que asocia las palabras peldaño, puño, aprieta, portero, piel, capilla, ropa, portón,
para convertirme en una en una enumeración prosódica que denota la pobreza y
deshumanización del lugar de trabajo y del hombre-hora: donde no hay
palomas/ ni peluches/ ni parchas/ porcelanas/ pulseras/ pianos/ palacios/
Piensa en los cárdenos...” La ausencia de subjetividad y nacionalidad del
hombre-hora es la / J / que la organiza y significa, con la multiplicación de los
patronímicos que comienzan con esa consonante: Juan, Joao,/ Jean, Johan/ John/ Yin / Jona/ Job
de todas las edades...” .-
[17]

El discurso en busca de la definición del hombre-hora conlleva al poeta a organizar una secuencia fonética expresiva que va más allá de la imagen que infiere la exclusión,
la agonía y el olvido. Los tonos de la afirmación de lo que no es en oposición de lo que es, hacen del hombre-hora un sujeto poético subversivo y disidente. Las transgresiones que el poeta hace de la lengua para darle vida a este mito, nos colocan ante una producción musical, basta con percatarnos del uso reiterativo de la construcción en serie /él es/ el/ /tonelero/ guardavía/ metalúrgico/ fogonero/ espaldas mojada/ bracero-azúcar/ pantalonero-factoría/ guardia-campesino/ bananero-Honduras/ /guanero-Chile/. Todos estos conceptos forman ideologemas que encierran un enigma, un acertijo acusador que envuelve musicalidad, lo que hace del discurso poético una manifestación de signos que expresan múltiples enunciaciones figurativas, imágenes, simbologías, eufonía y ritmicidad.
No podemos dejar de tener en cuenta los criterios de Pura Emeterio Rondón en relación a los enigmas, ella sostiene que:
“Por su parte la filosofía le ha dado nombre a los enigmas y ha intentado explicarlos
bajo categorías como: el ser, la nada, la existencia, el tiempo, la eternidad, la vida humana,
las relaciones. Pero el arte en general, especialmente la literatura, ha tomado otros rumbos
para llegar a esos enigmas. No se propone explicarlos, no le interesa dar razón de su origen,
causa, o fin. Simplemente hace que broten de dentro a fuera : los expone. En el caso de la literatura
los enigmas atraviesan el tamiz del lenguaje y bajo la conducción del artista, se van haciendo
parte de un mundo diferente, que no por imaginario es menos real. Los artistas plasman estas
realidades en imágenes, en símbolos, en construcciones verbales capaces de develar el mundo
interior que los contiene, en sus muchos matices y en su verdad más simple”.-
[18]

capítulo- 2
LO DIALOGICO Y EL DISCURSO IDENTITARIO Y POÉTICO EN “JUAN CRIOLLO Y OTRAS ANTIELEGÍAS”

En la obra hay un sujeto dialógico que entra en intimida con el lector y desde allí nos expresa sus utopías, su conversación con sí mismo y con nosotros, dando a conocer , en su acto dialogante, el valor y la significancia de su corpus poético.
En mi libro titulado Visión Crítica en Torno a la Poesía de Víctor Villegas (1985), refiriéndome a la obra Diálogos con Simeón (1977), de Víctor Villegas, digo que:
“es notable la presencia de un interlocutor imaginario con el cual el poeta (Villegas) sostiene un interminable diálogo”.-
[19] Aquí también ocurre lo mismo, el poeta se dirige a un interlocutor o a una interlocutora que reside en su imaginación, a quien le dice o le cuenta su mundo onírico, antagónico, dialéctico y metafórico, a la vez.
Es como si el sujeto que dice (emisor, destinador) asumiera una enunciación constante para validar su decir ante su interlocutor (destinatario, receptor imaginario), frente al cual se confiesa, se desahoga y argumenta su apuesta poética, dándole sentido a sus enunciaciones, a partir de un discurso que, a veces, es directo y retórico:
“Aquellos días de vacaciones, en las aceras
de la iglesia y el malecón, patas arriba con las
nalgas sobre las alas de cucarachas muertas,
con los patines del hijo de la casa de la casa de balcones redondos
a orillas de las goletas abandonadas,
Freddy escribiendo con carbón en el muro:
“abajo el dentista, muera el maestro de solfeo,
muera el purgante
de sen y cañafístol,
abajo el catecismo, la lámpara de gas
y el gordiflón
del Comisario,
viva la física, el huevo con tomate
y la playa de tambores y maracas”.
Pero nó,
no sería así,
ahora aventaría su pecho tísico,
sus orejas de presidiario y buscaría
el metal del pueblo en su propio barro,
en sus montes de mangle y de palmeras (...)
(p.43)
El comentarista Iván Alfonseca, refiriéndose a la poética testimonial de Víctor Villegas, dice que:
“La buhonería y la sofística representan el phatos del estilo poético
con que Villegas propende a ejercer una atracción provocativa a fin de
conseguir los efectos de sus testimonios”.-.
[20]

El poeta le cuenta a su destinatario o le dice a su receptor imaginario hechos o acontecimientos, y en ese narrar funciona testigo omnisciente, porque tiene dominio de todas las acciones que se generan y han de generarse a su alrededor. Enuncia sus vivencias, sus utopías, como si se tratase de una relación íntima, desde una oralidad cotidiana y coloquial que nos resulta ser muy familiar.
Conceptos como/en las aceras/ el malecón/ patas arriba/ nalgas/ alas de cucaracha/con carbón en el muro/ purgante/ cañafístol/ lámpara de gas/ huevo con tomate/tambores/ maracas/ pero nó/ tísico/ mangles/ palmeras/, son enunciados que encuentran y ensanchan su valor semántico y poético, cuando pasan a formar parte de la cadena expresiva del verso dentro del contacto expresivo que el poeta asume con su interlocutor: su Yo o Nosotros.
En relación a la enunciación, Emile Benveniste nos dice lo siguiente:
“(...) la enunciación es este poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilización”.-
[21]
Aquí el poeta va más allá de un acto de simple comunicación individual, ya que su receptor puede ser una colectividad o una individualidad, depende del contexto situacional en el cual establezca su acción dialógica y metafórica.

En el poema titulado “Antielegía del Bracero”, podemos determinar con quién es que el poeta habla, enuncia, dejando traslucir aquel panorama de miseria y soledad que se vislumbra en los bateyes o cañaverales, donde el bracero o cortador de caña despeluza su agonía. A partir de una tétrica descripción, nos presenta el triste panorama de una realidad propia de los cañaverales, y aunque no queda determinada la ubicación geográfica, hay una referencias contextuales que nos señalan los espacios del Este del país, lo cual infiere al lector que se trata de San Pedro de Macorís, lugar de nacimiento del autor de estas Antielegías.

A partir de una patética descripción, el poeta expresa, enuncia su visión contextual, para dejar evidenciar con claridad su interlocutor, el bracero, quien representa a una colectividad, convirtiéndose en un receptor-multitud, a quien le manifiesta qué es lo le espera en su tiempo y espacio vivencia:

Añángotada, con la falda y el humo
entre las piernas,
curvado el vientre, el paño
de la espalda,
tozuda en la miseria y la
tos permanente,
cigarro en brasa, quinta
vez que lo enciende en su ilusión
nocturna,
te espera Natalie bajo el alero
y la polilla de la puerta,
siempre te espera más
pequeña que el pan,
que el solitario plato de frijoles,
a veces tras el aro de los hijos
entre la sombra de la muerte a veces”.
(pp. 56-57)

A partir de los siguientes versos: “te espera Natalie bajo el alero”/ “y la polilla de la puerta,”/, el sujeto que expresa y poetiza su enunciación, deja ver de manera directa con quién es que habla, a quién es que le dice quién es y qué es lo le espera en su tiempo y espacio de agonía. El poeta establece su hablar, su contacto dialógico, con el bracero, quien deja de ser un sujeto individual, para convertirse en un sujeto colectivo, en una multitud.

El ingenio, la caña, las locomotoras,la bodega, el idioma inglés “mal hablado”, son conceptualizaciones que en esta Antielegía van más allá de su valor semántico, trascienden su significación dentro de la organización estrófica, para dejar aflorar sus múltiples connotaciones de sentidos, aquellas que en el diálogo o en el manifestar del poeta nos señalan, , nos ubican y nos ponen frente a la imagen de un bracero que simboliza nuestros bateyes, nuestras barracas se hombres y mujeres amontonados y amontonadas en un hacinamiento que también entra a formar parte de nuestro discurso identitario, porque se desprende de nuestra realidad tangible:
“Caña y más caña, olor de caña
en la barraca,
en la bodega caña,
en lo que sobra del salario caña,
en el sudor que traes,
en tu única ropa,
en la locomotora, el limonero,
los ratones,
el perro muerto de hambre,
en tu inglés mal hablado,
en tu piel africana,
caña
guarapo,
olor de melaza en el sombrero
del amo,
en las axilas de la mujer infiel del amo,
en la noche y el día,
cuando preñas de nuevo a Natalie,
cuando no hay qué comer y se hincha
el testículo derecho (...)”
(pp.57-58)

La conversación se mantiene avivada por una sostenida sonoridad expresiva, esto se pone de evidencia en el uso reiterativo, no sólo del concepto caña, sino también en el manejo repetitivo de una construcción anafórica a inicio de versos, como ocurre con el uso reiterativo de /en/ tu inglés/ /en/ tu piel africana/ /en/ las maxilas/ /en/ la noche/, indicando, señalando, identificando aquella cotidianidad que le es propia al cocolo, como inmigrante que ya es parte innegable de nuestra identidad cultural, al convertirse en un “criollo”enraízado en la historia existencial de este pueblo mestizo.
Volviendo a M. Del C. Prosdocimi, esta comentarista resalta la musicalidad en los textos en esta obra, y apuntala:
“(...) la musicalidad en las anáforas o en los finales de versos,
la reiteración de un vocablo, de un estribillo o una estrofa y los versos cortos.
La palabra ni airada ni esgrimida como látigo se remansa en la ternura
incorporada al contorno humano”.-
[22]

Capítulo- 3
PREDOMINIO DEL RITMO Y LA POLIFONÍA EN EL TEXTO

El texto poético, y en específico, el poema, es una organización de secuencias sonoras. Es una enunciación musical que el poeta, a través de la palabra, estructura de manera consciente e inconsciente. Esa musicalidad interna, junto con el universo visual de sus versos en la estrofa, es lo primero que llega a la percepción del sujeto que lee y/o que escucha. De ahí que el texto literario se constituye en una estructuración melódico-expresiva, en un hecho estético que no sólo deleita, sino que también comunica y nos permite configurar nuevas realidades e incontables ficciones.

La organización estrófica en “Juan Criollo y otras Antielegías”, está dada a partir de la distribución de los versos, a inicio de estrofas, en escalonamiento, seguidos por la presentación de versos breves y largos que, en la mayoría de los casos, están formados por una palabra o dos, y en otros casos, pueden tener entre tres y ocho palabras, como sucede en la Antielegía del Empleado Público:
“Siempre eres el mismo y pocas
veces te he visto
protestar
patear
pretender
privar
progresar
aún de la mañana fría en que sólo
el café llega a tus intestinos
y al cerebro,
y te hace sentir puntual, orgulloso (...)
(pp. 66-67)

En el discurso poético villegasiano, el uso de la aliteración, como recurso o figura retórica, es manejado con frecuencia, provocando en el poema la producción de sonidos, iguales o parecidos, ya sea en un verso o en una estrofa, como ocurre en la “Antielegía del Hombre-Hora”:
“ (...) pantalonero-factoría
guardia-campesino-arsenal
bananero-Honduras
guanero-Chile,
Juan, Joao,
Jean,
Johan
John
Yin,
Jonatan
Job de todas las edades y
los bulbos
y los barrios”.
(p.54)

Es evidente que lo musical o lo rítmico en el discurso poético de Villegas tiene un espacio predominante, a pesar de las expresiones directas y lineales que suelen aparecer en sus producciones poéticas. Es conveniente aclarar que existe una asimetría en la distribución estrófica. Los versos no responden a una métrica, ni a una rima determinada y ese proceder sólo es importante en la medida en que responde a una organización de cadencias y eufonías a lo interno de cada verso.
La organización rítmica de los versos es lo que fija y otorga valor a la forma-sentido del poema, en este caso de las antielegías villegasianas. La palabra, en este caso, es trabajada por parte del poeta con la intención de resaltar su sonoridad, sin desmedro de su función semántica, por lo que fondo y forma adquieren aquí un sentido equitativo, una valoración homogénea frente al poema.
El manejo de las conjunciones en “Juan Criollo y otras Antielegías”, responde a una búsqueda de musicalidad del poeta dentro del poema. No es algo al azar, es un proceder consciente del autor, como sucede en la “Antielegía del Bracero”:
“Te espera Natalie, siempre
te espera en la severidad de las
arrugas de tus manos
en las pocas monedas que achican
tu machete,
tu machete,
tu músculo de hombre,
si es que eres eso, un hombre,
y en la oscura covacha de trementina
y brea
no hay ganas de morir
y en el pulmón podrido y los riñones
no hay ganas de morir,
y en la bija con leche,
la jagua y el santuario
no hay ganas de morir”.
(pp.58-59)

Manuel Matos Moquete, refiriéndose al sonido, expresa que:
“el sonido es la materia más elaborada de la poesía. El poema es un sistema
de series sonoras que organizan el sentido del mismo. Los ideologemas, es decir, temas,
ideas y conceptos, los signos o imágenes de la realidad que el poema incluye sólo tienen
existencia poética en esa organización, esto produce la unidad de los diferentes elementos”.-
[23]

“Juan Criollo y otras Antielegías” es una obra donde prevalece la sonoridad en cada uno de sus textos poéticos. La distribución armoniosa de los versos constituye un fundamento de sentido al cuerpo conceptual y temático que sobre las identidades se asumen en el texto.
En relación a la poesía y el ritmo en “Juan Criollo y otras Antielegías”, el comentarista literario Abil Peralta Agüero, sostiene que:
“Un asalto estético y artístico en lo que concierne al ritmo y la armonía sintáctica
en la estructuración del verso, los cuales en esta obra el autor logra elevar a su más
alta categoría estética, artística y literaria”.-
[24]

Se trata de un texto poético polifónico, es decir que se trata de una obra de múltiples sonidos en secuencia que van registrando su cadencia interna, su ritmicidad, su pluralidad de sentidos:
“Un día se dio cuenta que tenía un solo brazo,
no sabía leer,
un solo ojo,
no sabía leer
un solo pie
no sabía leer
un solo cerebro
sabía el derecho de todos
de comer y vivir”.
(p.88)

A partir de una construcción prosódica que infiere una negación /no/, al final el poeta contrapone una afirmación /sí/, con la cual rejuega con la sonoridad, fortaleciendo los sentidos del texto, situando al lector en el contexto de su musicalidad y poniendo en evidencia la ritmicidad del texto, mientras nos pone en complicidad con la ideología vertida en la obra, a partir de la cosmovisión del autor.

Capítulo- 4

LA BÚSQUEDA DE LAS IDENTIDADES EN “ATIELEGÍA DE JUAN CRIOLLO”.

De los trece poemas, a los cuales el poeta cataloga como antielegías y que estructuran el entramado simbólico y literario de esta obra. “Antielegía de Juan Criollo”, es el primer poema y sirve de punto inicial al universo lúdico-poético villegasiano que se entrelaza en esta obra poética.

De entrada, el poeta anuncia y enuncia la génesis, el nacimiento del sujeto protagónico, Juan Criollo, recurriendo al discurso de la alteridad
y a la simbología de la liturgia cristiana, apoyándose en el calendario zodiacal, para enraizar su soplo vital, y así presentar y representar las justificaciones de su existencia.
Es el mitopoema convertido en decir que preludia, arremete, niega denuncia y pone de manifiesto el entorno racial de un mulataje de sangre pagana. Una argumentación alternada es la que asume el poeta
para delimitar el espacio cosmogónico y referencial de la llegada a la vida de Juan Criollo y su significante mágico:
“Cuando nació - era cuaresma en lluvia
y constelación de Aries-,
no le hicieron la circunscripción porque no era judío
ni rellenaron con pimpollo su nariz porque
no era hindú
ni espantaron un caballo bermejo en el
pórtico de las empalizadas
porque era mulato, sangre pagana
en los contornos de su piel,
revuelta siempre, al
costado del maíz,
a todas horas y al Sur
de su guitarra”.
(pp. 9-10)

Aquí el poeta confronta y afronta el discurso oficial que asume la identidad del Ser dominicano desde una óptica racista desdeñable y excluyente, donde se desfigura la esencia y la hibridez y el sincretismo cultural de los dominicanos, tildando y tildándose falsamente, en ocasiones, de poseer un color blanco , indio, claro, coladito, indio claro, trigueño, o cualquier otra denominación que lo aleje de sus auténticas y profundas raíces identitarias; por lo que ser mulato, en el código normativo oficial, se constituye en una herejía o en algo rechazable. Sobre este problema del racismo en nuestro país, el sociólogo Carlos Andújar, refiriéndose a si existe o no el racismo en nuestro país, sostiene que:
” muchos datos de la realidad social y cotidiana tienden a dar una respuesta positiva,
a despecho de algunos intelectuales que insisten en negar su existencia,
o en definirlo como prejuicio racial”.-
[25]

Para el poeta, el mulataje de Juan Criollo no es una simple huella de identidad, es el ancestral sentido del fundamento de su identidad, visto desde una visión filosófica del sujeto. Esto representa su razón de ser, su trasfondo vital, más allá de los contornos de su piel. Es que Juan Criollo, como sujeto de la historia-poética que se reivindica en el discurso poético villegasiano, y como sujeto pluri-representativo, se afirma en y por la otredad. El otro (español, indio, africano, haitiano, judío, hindú, etc.), es lo que le permite y nos permite asumir la mismidad, su mismidad, nuestra mismidad, dentro del mosaico de razas y culturas que componen o integran su afirmada identidad tropical y caribeña, dejando aflorar sobre sus espejos insulares, su rebeldía mulata, desde una marcada puntualización poético-identitaria.
En cuanto a los cuanto a los datos que dan respuesta al tema del racismo en nuestra sociedad, C. Andújar sigue diciendo que:
“Los problemas de identidad que presenta la sociedad dominicana.
Estos se evidencian en la negación y/o relegación de los aportes negroafricanos,
tanto por las instituciones oficiales como por la propia población.
El peso de los valores de la ideología dominante que ha impuesto
un modelo estético y ha definido la cultura desde la interpretación europea”.-
[26]

A partir de expresiones contrapuestas, el autor se constituye en un narrador omnisciente y sitúa al sujeto protagónico del poema en su infancia, en su territorio lúdico:
“(…) era alegre la tierra y a veces le era triste,
fuerte, débil, ¡ quién sabe!,
niño detrás del aro, timón de marinero,
no más !(…) “
(p.10)
La cotidianidad del barrio puesta en escena, se orienta en el poema desde una antropología poética, donde aflora el drama, el sentido de la medicina popular y la coloquialidad del barrio, desde una forma- sentido que se textualiza en el poema y se evidencia como relato poético, desde el cual el mito trasciende sus propias raíces:

“Juan Criollo moría en su catarro
a pesar de las hierbas milagrosas,
del jarabe de sábila, de la vecina
en cinta y del sonero del barrio,
¿y qué?, para
morir no estaba listo, acaso
vivo a medias escribiría la larga historia
de su sangre, o lo que es lo mismo
del rebelde y el látigo”.
(pp.10-11)

Refiriéndose a la medicina popular y folklórica, el folklorista dominicano, Dagoberto Tejeda Ortíz, sostiene que:
“La medicina folklórica o medicina tradicional, son los saberes y las prácticas
que el pueblo ha elaborado y acumulado durante años, las cuales han sido
transmitidas de generación en generación, en el proceso de salud-enfermedad”.-
[27]

En su discurrir poetológico, la hipérbole se adueña del universo imaginario que se extiende sobre el poema. De esa manera el texto poético se articula y deja aflorar su estructura testimonial, para condensar sus múltiples sentidos, ya sea desde los significantes del cañaveral o desde los significados de las locomotoras, para expresarnos el entorno vivencial de aquel Juan Criollo que desparrama su niñez entre las pelusas del ingenio y el salitre de la bahía y desde ese panorama aproximarnos a su Macorix o a su Macorís del Mar :
“Por eso tenía
trescientos treinta cinco años y
sin embargo recién
había nacido,
ayer apenas,
con el ruido de las locomotoras, al
borde de la caña quemada o con los
peces que golpean al casco de los barcos”.
(p.11)

En esta travesía del discurso poético que se entrecruza en el poema, la infancia camina junto a la adultez, hasta ambientar los recovecos de una niñez abandonada, sufrida, rebelde, que acusa y se acusa, hasta configurar su armazón ideológico , desde una manifestación rítmica de palabra pletóricas de ironía, burla y rabia. Es el discurso poético que se sacude para dejar en claro la mentira oficial, la otra historia que no se cuenta en las escuelas, pero que sí queda patentizada en los decretos oficiales de un poder que se impone entre sueños y promesas:

“Mientras hacía el círculo de tiza en
la pizarra
o la tarea del Mantilla en el cuaderno;
cuando colgaba el tamborito
de reyes en su vientre vacío,
rompía los tiestos del traspatio o
corría al timón del Ford abandonado;
junto al borracho calvo, en los desfiles
del gobernador, el cura, el mentecato,
del demagogo con su voz
de aguardiente y ropa funeral (…)”.
(p. 11)

La ironía, el sarcasmo y la burla son metamensajes expresivos que, en el discurso poético de Villegas, señalan, tildan y testimonian un orden político referencial que por siglos atraviesa los linderos de nuestra geografía social:

“le dijeron cosas, muchas cosas, mentiras
por verdades y
entendía que quería discrepar, no
entendía lo del difunto que se lleva
al pariente,
la reverencia de almidón al patriarca don Pancho
a quien todo el mundo apodaba ojo
de vidrio,
boticario, ensalmador de
muchachas con el diablo por dentro,
asaltante de heredades,
general de pelo en pecho que se extasiaba
en su ocaso y sus recuerdos”.
(pp. 11-12 )

La picardía, el apodo, el ensalmador, el boticario, el estafador y el asaltante de heredades que medra en cada espacio epocal de nuestro convivir cotidiano, fluye alrededor de la imagen semántico-poética que el autor nos presenta en este texto.

El poeta procura sumergirnos en el valor extratextual de aquellas travesías políticas, económicas y culturales que nos son propias, en nuestra condición de sociedad en vía de desarrollo, arrollada o subdesarrollada. ¿Lo que somos? ¿ O lo que nos han permitido ser? Ninguna de estas interrogantes encajaría en el entramado de una respuesta simplista, ya que es la memoria insular que brota y salta imponente, por lo que:

“No entendía lo del juego de azar
a dos cuadras de la comisaría, en la calle
de la prostitución y la iglesia episcopal
donde vendían entuertos en latas
de sardinas, naipes
con mujeres desnudas,
el credo en inglés y una oración mal
escrita contra el mal de ojo;
cataplasma de sebo caliente para el chancro
que traían los marinos rubios,
yaniqueques en manteca para la madrugada,
discos pornográficos, analfabetismo,
dispensarios sin médicos y cosas
así por el estilo”.
(pp.12-13)

Desde un enfoque ontológico, Juan Criollo es el Yo y el Nosotros resultante de aquel bricolaje racial, sexual y social que es producto de la integración de aquellos inmigrantes (cocolos) provenientes de las islas inglesas, específicamente de St. Kitts, Tórtola, Barlovento y Sotavento, los cuales llegaron al país para integrarse al corte de la caña y a los trabajos técnicos de los ingenios azucareros, ubicándose en la parte Este del país, básicamente en San Pedro de Macorís:
“Cuando la madrugada acontecía en los palmitos
o en la garganta reseca de los gallos;
cuando sabía a tisana de alfarero y
el último borracho de merengues
se restregaba en ella,
todo transcurría igual, el mismo
lodazal en las cunetas, las
paredes agujereadas por el comején,
el mercado maloliente, las vendedoras
de manatí y raíces para
el sexo,
los inmigrantes leprosos, anárquicos,
ricos (...)”
(p.13)

Al referirse a los inmigrantes de las islas británicas que vinieron al país al corte de la caña o mejor dicho a los llamados cocolos, Julio César Mota Acosta, plantea lo siguiente:
“Cuando los cocolos vinieron a nuestro país para trabajar en las temporadas
de la zafra de la industria azucarera comprendieron sin mucho esfuerzo que habían
llegado a una nación en muchos aspectos (fundamentalmente en el económico)
superior a sus islas natales. Asimismo comprendieron que ellos constituían una
minoría extranjera en un país de mulatos que se hablaba el español y con normas
y costumbres muy distintas a las suyas. En suma comprendieron que por todos
los costados le resultaba extraño y por lo tanto difícil de adaptarse a nuestros patrones
culturales”.-
[28]

El ámbito socioeconómico y la dolida realidad político-cultural de la República Dominicana y su intrahistoria, se constituyen en simbologías alegóricas de una elegía memorial, desde la cual el poeta recorre los rincones de su realidad, que es al mismo tiempo, nuestra realidad. El borracho de merengues, el comején, el mercado maloliente y las raíces para el sexo, encadenan el portal de las claves semánticas de un discurso resistente, acuñado por el poeta para memorizar su historia. Mitos y realidades mitificadas, se asumen en esta Antielegía, para quedar tematizados en el discurso poético de Villegas:

“El Secretario del Municipio con el
mismo saco de cuando lo nombraron y
el trompetista loco
que le espantaba el sueño
al más bonito,
y para entonces,
quién lo hubiera dicho,
Juan Criollo dejó de ser pequeño como
el parque del pueblo
y no vió más el ánima en pena
del papá viejo balandrero
ni rezó a las once mil vírgenes de los pobres”.
(p.14)

Juan Criollo es sujeto de la historia-poesía que ha crecido junto con el pueblo, dejando de ser pequeño como el parque. Él era el hijo del balandrero, de aquel que había dado vida a los tachos de los ingenios azucareros. La cultura popular, el animismo, las creencias de ver los difuntos, las ánimas o almas en pena, los rezos, pasan por el trasiego de una antropología poética que nos pertenece y que le pertenece al poeta, en su condición de sujeto-autoral proveniente de aquella tierra de cocolos, de la cual descendía de manera directa Juan Criollo, quien, sin abandonar sus raíces, se ha constituido en referente cultural de la nación dominicana, desde sus particularidades constitutivas provinciales, pueblerinas, fortaleciendo su armazón cultural, como quien se prepara a recibir los arpegios multiformes del huracán global.

Juan Criollo ya no es el descendiente de negros barloventinos o sotaventinos, sino que es el pueblo mismo, es afirmación y confirmación de una cultura que crece, se abre y se expande, por lo que:
“Supo del abedul y del ciruelo, de los
bosques de arce y los viñedos,
del ombú, el nogal, el loto,
el romero,
y eran tan lejos como muñecos de nieve
en los dedos de los niños,
como apartados médanos o pícaras
miradas entre los abanicos,
y los amaba igual que a la granada, al
níspero, la hortensia, la guanábana,
el pino, las palmeras, el calor
tropical,
su nombre tropical bajo la mansa
lluvia y los tambores”.
(pp.14-15)

El pluridimensional mundo de la alteridad sigue circundando el discurso poético de Víctor Villegas, para ponernos frente a la voz tropical, caribeña, occidental, mezclada a las voces orientales, al paisaje exótico que él (Juan Criollo), aprendió a amar e hizo suyo junto al níspero, la hortensia y la guanábana de su tierra.

El poeta pone su mirada en su trópico, en su espacio vegetal, frutal y de tambores, para situar a Juan Criollo como núcleo del Yo que dice, reclama y niega, en una territorialidad que le pertenece. El sentido de pertenencia es en Juan Criollo una marca vital, lo que le hace distinto a los demás, sin dejar de ser parte del Otro. De nuevo la otredad configurando otros sentidos de ciudadanía, sin perder su basamento semántico-ontológico de Ser lo que Es, en este caso, la razón de Ser de Juan-Pueblo, lo que es igual a Juan Criollo.

El saber popular, la sabiduría coloquial, aquella filosofía-poética de las barberías y las esquinas, le sirvieron de enciclopedia carnavalesca a Juan Criollo, para conocer y conocerse, para saber y saberse...:
“Supo,
lo aprendió en los libros,
se lo dijeron los diarios y el barbero,
los pasos desandados y los pasos andados
a izquierda y a derecha,
los que exhibían el oro y sus lustrosas botas
y los que no tenían nada”.
(p.15)

El enfoque transcultural que reivindica y el conocimiento de una etnohistoria del sujeto, impulsan hacia un discurso poético abarcador y fundacional, lo que va convirtiendo a Juan Criollo en un texto poético que es registro de nuestra memoria insular.
La trascendencia de la isla y sus laberintos es proyectada desde Juan Criollo, de ahí su impulso de interrelación desde el conocimiento-mundo, por lo que:

“Le enseñaron que había un
gran valle a orilla del Yang Tsé poblado
de pequeños hombres
que hacían escarpines e incendiaban
el viento,
en Liverpool los barcos chocaban con los peces
y morían los muelleros
bajo los sacos de azúcar;
en Hamburgo el petróleo cubría las aguas
y las huelgas,
y lejos
Vladivostock,
Rangún,
noches salitreras,
y los amaba igual que a la madera
podrida del Higuamo (...)”
(pp.15-16)

El Higuamo, ese es el nombre de aquel río de peces, piropos y bohemios de San Pedro de Macorís, el Macorís del Mar que acogió y acoge a los negros cocolos que ya son partes de nuestra cultura nacional.
El Higuamo es el estandarte acuático de la patria chica (el Macorís del Ingenio Quisqueya) donde nació el autor de estas Antielegías, o lo que es lo mismo, de estas Elegías de la Tierra.
El aliento global de Juan Criollo, su voz plurimelódica y su abrazo transcontinental, quedan registrados en la organización discursiva que permea la narratividad poética y rítmica existente en Antielegía de Juan Criollo.

El amor de Juan Criollo por el Otro es tan dimensional y multitudinario que el mundo le es tan pequeño, como un pedazo de mostaza. Porque él es también global, sin dejar de ser insular, local, provincial. Él es también universal, sin dejar
de ser latinoamericano y caribeño, de ahí sus brazos enormemente largos y su corazón cubriendo todos los aires:
“Los amaba igual porque soñábase sus
brazos enormemente largos, su corazón
cubriendo todos los aires,
los rascacielos y los bohíos,
las razas, los campos de
la tierra
y de un solo hombre”.
(p. 16)

En esa pluralidad de acentos y visiones míticas y místicas, la búsqueda de la identidad dominicana es expuesta por Villegas desde un planteamiento disidente; desde un enfoque resistente e irresistible que contradice las normas y planteamientos del discurso oficialista excluyente y chovinista, por lo que su reclamo de la identidad dominicana se fundamenta porque es incluyente, admitiendo y respetando la diversidad, asumiendo como suyo al Otro y a los Otros, sin sentir que le avergüenza su entroncamiento sincrético, híbrido, cimarrón o mulato. Todo lo contrario, Juan Criollo, como sujeto actuante de una épica paradigmática y testimonial, asume el mulataje y lo coloca como escudo de batalla ante el reclamo y la defensa de sus signos identitarios, desde sus raíces ancestrales, restregándonos sobre la cara su definida y sólida conciencia cultural:
“(...) un justo día de verano y de melazas
Juan Criollo botó las palanganas
y las friegas,
pateó el orine que había derramado
por su cuerpo, por las rejas del
viento y la madera
y salió vociferando que él era el dueño
de las ollas de barro y los tornillos,
del hierro y la cebolla,
de las lenguas del Ganges, del papiro
sangriento,
de Teotihuacan, Texas
y la de las estribaciones del valle
del Cibao”.
(p.17)

Sin dejar de ser un sistema sonoro, rítmico y armonioso, Elegía de Juan Criollo, es un poema telúrico, abierto, etnopoético y transgresivo, que se levanta a partir de un discurso de resistencia y defensa de la identidad del pueblo dominicano, aquella identidad que se registra desde una admisión de la diversidad, a partir de una estética de los sentidos de la creatividad y del universo imaginario del sujeto-autoral, por y para la reivindicación del Ser.

Lo criollo enarbolado como identicador cultural, la tradición, la etnoreligiosidad sincrética, son ejes temáticos que nos inducen al deleite y a la puntualización ideológica del poema. El sujeto protagónico en esta épica del terruño revela y se rebela ante su propia imagen y asume su poder y se erige como el dueño de las estribaciones del valle del Cibao, una de las tierras más fértiles y hermosas que ojos humanos hayan visto, como la describiera el Almirante Cristóbal Colón en alguna ocasión, durante el sangriento encuentro de culturas en nuestra isla, con lo cual ha quedado marcada esa huella etnocultural y política que atraviesa nuestra historia y que, desde entonces, se mantiene trashumante, desafiante e interrogativa sobre la búsqueda dilemática del Quién Soy, de Dónde Vengo, Por qué Soy, y el Para qué Soy, que aflora irreverente en Juan Criollo, quien creyó y cree :
“Que él era el transeúnte con multitud
de pies sobre los mares,
con multitud de manos para
tumbar murallas,
con multitud de ojos para
ver en las tinieblas;
porque aquí y allá y luego y hoy
en la amarilla, en la blanca, en
la negra
en la piel de tamarindo, la tostada
de caribe y de palmeras, un dios-fábrica,
un dios-callejero,
un dios-obrero de repente
había”.
(p.18)

En conclusión, una teogonía que apunta a lo profano es la que preludia el sentimiento cósmico de Juan Criollo, sujeto del mito-poema que es resistencia y memoria poético-insular, donde se registra la incesante búsqueda de la identidad del pueblo dominicano, desde un discurso de simbologías poéticas que dan forma- sentido de manera intencional a nuestras tensiones culturales, espirituales y estéticas.
En esta Antilegía de Juan Criollo hay una persistente búsqueda de la identidad del Ser dominicano. He aquí la memoria insular poetizada desde un discurso plurisemántico, desde el cual Víctor Villegas centra sus ojos en nuestras raíces, teniendo como sujeto protagónico al mulato Juan Criollo, desde un texto fundacional que reivindica la otredad, para justificar nuestra mismidad, desde la diversidad que le es propia a una sociedad basamentada en la mulataje, en el Ser mulato, en el sincretismo o en la hibridez cultural, como lo es el pueblo dominicano.
Al tratar el tema sobre la cosmovisión y la identidad del dominicano, Dagoberto Tejeda Ortíz sostiene que:
“Desde el punto de vista etnocultural, el dominicano no es taino, español ni africano,
ni siquiera es una síntesis o una suma de todo esto, sino algo nuevo, diferente,
que lo hace ser él, que lo define, y que le da identidad. El dominicano
y la dominicana son resultado de un proceso sincrético, de criollización,
(la negrita es nuestra) de lucha, de resistencia y de creatividad, protagonizado
por el pueblo, en el cual los taínos son una referencia importante, pero son
determinantes los elementos y contenidos españoles y africanos.
De esta manera, a nivel popular tenemos hoy una cosmovisión con
elementos pluralistas, que no son contradictorios o excluyentes,
sino que, por el contrario, coexisten armoniosamente”.-
[29]


El poeta parte de las singularidades provincianas, locales, particulares, y escoge como centro telúrico a su pueblo natal, San Pedro de Macorís, para sumergirnos en una poética que reivindica al Ser dominicano desde una épica de la tierra, con sentido universal.

CONCLUSIÓN

A manera de conclusión, después de finalizar este estudio, puedo señalar que en la obra literaria “Juan Criollo y otras Antielegías”, de Víctor Villegas, prevalece una búsqueda constante de las identidades del pueblo dominicano, a partir de la metaforización y la simbología del discurso poético.

En dicha obra, esa búsqueda identitaria se plantea a partir de los mitos evocados, de ahí su recurrencia a la simbolización, el hiperbolizar los hechos, su recurrencia a la memoria poetizada y su apego al referente histórico transgredido por la imagen poética.
Aquí el discurso denunciante converge con la ritmicidad de un discurso poético, donde
el uso de una organización estrófica de versos breves y largos, induce a una entonación musical, lo cual queda fortalecido por el manejo reiterativo de las conjunciones y la repetición de grupos fónicos iguales o semejantes que le dan sentidos a sus enunciaciones poéticas.
Hay una recurrencia al diálogo entre el poeta que dice o que cuenta o narra, con un interlocutor que, a veces, es identificable y otras veces es imaginario, en el corpus simbólico y poético de la obra.
Se puede afirmar que se trata de una memoria simbolizada de la tierra o un poetizar de nuestras raíces identitarias, como pueblo mestizo o mulato, desde el discurso poético.
El ritmo, la sonoridad y la polifonía dan forma sentido al discurso poético villegasiano, lo cual fortalece las implicaciones estéticas e ideológicas que circundan el texto poético en esta obra.

He aquí una poética que tiene sus enigmas, donde Juan Criollo es una representación simbólica y mítica del pueblo dominicano, en quien el mulataje, el sincretismo cultural y el mestizaje, tiene un referente poético, desde la metaforización de la lengua, sin reducir sus valores estéticos.

En fin, se trata de un texto donde el ritmo y la polifonía potencializan los fundamentos semánticos y políticos que circundan el discurso poético e identitario en “Juan Criollo y otras Antielegías”.

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